42 niños del barrio Cuarto Centenario y el asentamiento Brisas del Río lograron tener un encuentro con las manualidades, la danza, el teatro y el deporte gracias a un proyecto orientado por el Secretariado Diocesano de Pastoral Social de Neiva.
En los barrios y asentamientos pobres, que por lo general rodean de miseria las pequeñas y grandes ciudades de Latinoamérica, anida el caldo de cultivo para la delincuencia. Así de sencillo y complejo es la difícil situación de derechos humanos de familias enteras que, huyendo de la violencia en sus lugares de residencia rural, llegan a engrosar las cifras de desplazados en Colombia. Neiva es una de las urbes que revela esta grave crisis de desasosiego que padece toda la región.
Guerras internas, fenómenos naturales y crisis laborales hacen que muchos opten por salir de sus campos y lleguen a padecer las penurias de la llamada ‘selva de cemento’. Este es el caso de los barrios y asentamientos de las comunas 6, 8, 9 y 10 de la capital huilense. Allí, donde se concentra la mayor cantidad de residentes, es donde se agolpa la mayor pobreza de la ciudad y el Huila. Por esta razón, el Secretariado Diocesano de Pastoral Social de Neiva ideó un proyecto que busca potenciar los talentos de los niños y niñas del barrio Cuarto Centenario, en la Comuna 6, y el asentamiento Brisas del Río, en la Comuna 1.
Un sí al arte y no a las drogas
Para María Vellanid Victoria Amaya, coordinadora general de la organización caritativa de la Diócesis de Neiva, el espacio es una especie de escuela de formación cultural, artística y deportiva, que vino para abrir oportunidades de vida en estos sectores donde abundan las drogas y la delincuencia. “El Programa es un tema que bien puede parecer algo cómico, pero es como el lenguaje del muchacho que se utiliza para decir que todo a través de un juego del arte y la cultura se pueden lograr cosas interesantes. ‘Únete al Juego del Sí y el No’ es decirle sí al bienestar, si a nuevas oportunidades, si al arte, si a la cultura. El no, es no a las drogas, no a la delincuencia, no a la prostitución infantil”, explicó.
El proyecto se adelantó entre los meses de julio y diciembre de 2018, periodo en el que tres facilitadores de disciplinas y áreas diferentes (Nasly Nohemi Quimbaya, Numar Molano Quiseno y Diana Caterine Claros Montero) se encargaban de reunir dos veces por semana a los niños (24 en Cuarto Centenario y 18 en Brisas del Río) para ofrecerles talleres de música, canto, manualidades, teatro, danza y expresión corporal. Y con el apoyo de la Secretaria de Deportes y Recreación de Neiva, Pastoral Social también logró abrir otros espacios para el fútbol de sala, el bicicross y el patinaje.
Promoviendo talentos y destrezas sin exclusión
Igualmente, el programa promovió en los niños el derecho que tienen ellos y ellas de vivir sus gustos, sin ninguna exclusión. Tal es el caso de Karen Camila Molano Leyva, de 13 años, y su gusto por el fútbol, un deporte que tradicionalmente ha sido practicado por hombres, pero que el Programa buscó que, por medio de este, los niños y las niñas aprendieran a respetarse sin discriminación. “A mí me gusta el fútbol porque es un deporte súper chévere donde uno hace buenas amistades. […] pues para mí [el fútbol] no es solamente para el hombre sino también mujeres”, dijo la joven futbolista.
También el Programa busca la inclusión de personas en condiciones especiales o en discapacidad. Tal es el caso de Cristian Jeremías Toledo, con 12 años, quien tiene Síndrome de Down. Su dificultad genética no le impidió en el Programa convertirse en un excelente arquero de fútbol, interpretar la marimba en el grupo musical, cantar y actuar en una obra de teatro. Cristian, el único niño Down del Programa, alterna estas actividades recreativas con su responsabilidad en la tienda que tiene con su mamá en el barrio Cuarto Centenario. “Esto sirve para hacer ejercicio, para ser alguien en la vida, para aprender a hacer música, para cantar, poder conocer el mundo, evitar las drogas y si”, dijo Cristian.
Espacios como este permiten que niños y niñas de sectores en contextos difíciles tengan oportunidades para explorar nuevas posibilidades de vida y robarle jóvenes a la guerra. “En estos barrios, que son invasiones, hace falta muchas cosas, muchas formas para que los niños se capaciten, para que ellos se puedan recrear. […] Porque si bien sabemos un niño estudia media jornada y el otro medio pues va a estar en la casa, y de pronto a diario no va a estar en la casa y el niño se va a aburrir. Por eso es que se necesita espacios para él distraerse”, puntualizó Luis Fernando Castrillón Argüello, padre de familia en el asentamiento Brisas del Río. [Ver a continuación el informe audiovisual del proceso:]